Se busca justicia para el primer campeón negro 100 años después
“El País”, España, 7/12/2015
«Soy Jack Johnson, soy negro. Nunca dejasteis que olvidara que soy negro. Nunca dejaré que lo olvidéis». Su lema vuelve a retumbar al volver los disturbios raciales en EEUU, también las manifestaciones contra el racismo y la brutalidad policial. Ha pasado más de un siglo y el 'fugitivo', condenado y linchado por la opinión pública yace en una tumba donde hasta su apellido se ha borrado. «¿Por qué Estados Unidos todavía tiene miedo de Jack Johnson? ¿Temor? ¿Indiferencia? ¿Ignorancia de su historia?», preguntaba la pasada semana William C. Rhoden (New York Times) a John McCain. El republicano respondía: «Una combinación de las tres».
Figuras políticas y culturales tan dispares como John McCain y algunos de sus rivales demócratas, el cineasta Ken Burns (autor del documental 'Imperdonable negritud sobre esta figura histórica, de 2004) o Mike Tyson llevan desde 2009 recaudando dinero y recogiendo miles de firmas para obligar al presidente a que restaure el honor de Jack Johnson, el primer campeón negro de los pesos pesados de la historia. Por supuesto, con el permiso de Muhammad Ali, la figura más controvertida de la historia del deporte norteamericano, al que se persiguió, se condenó y se encarceló por acostarse con mujeres blancas. O mejor, por poner en duda la supremacía blanca y la segregación racial.
Ni Bill Clinton ni George Bush se atrevieron a indultarle a título póstumo, una medida de gracia que se concede en contadas ocasiones. Por eso ahora, el mito está quizá ante la última oportunidad, en el último año de Barack Obama en la Presidencia. McCain lo ha convertido en una causa personal, de dignidad de la nación, ya ha hablado varias veces con el presidente, presionó al Senado y ahora, cuando la causa ya ha pasado al Congreso, quiere que el propio Obama y su país tengan la grandeza de reparar esta injusticia histórica.
Figura troncal del boxeo, la verdadera leyenda de un indomable contra el statu quo de la época. El gigante de Galvestone (Texas 31 de marzo de 1878- Franklinton, Carolina del Norte, 10 de junio de 1946), hijo de esclavos, creció para el boxeo en los ilegales 'Battle Royal', 'carnaza' en espectáculos en los que varios negros eran encapuchados y obligados a pelear a ciegas para diversión y sadismo de los señoritos blancos. Con 21 años se hizo profesional y en 1904 ya era el campeón negro de los pesados, vetados a luchar con los blancos por el verdadero título. Se empecinó al perseguir por medio mundo al campeón mundial Tommy Burns, y al final consiguió la oportunidad un 26 de diciembre de 1908 en Sydney, Australia. Lo humilló, se mofó y jugueteó con él ante 20.000 blancos en un recinto construido ex profeso. La policía paró el combate tras tanta superioridad, incluso se prohibió que se difundieran las imágenes grabadas.
'Mata al negro! ¡Mata al negro!
Y ahí se abre la veda, a la caza del negro de 1,88 metros y 96 kg. Los medios de comunicación -con el inolvidable Jack London a la cabeza- arrancan una brutal campaña de difamación: La Gran Esperanza Blanca, en honor de supercampeón Jim Jeffries, el elegido para la venganza contra el provocador, contra "el simio Johnson", que luce su sonrisa retadora y colecciona amantes actrices y cantantes y hasta esposas blancas -eso tampoco entusiasma a sus hermanos negros-, trajes y coches de lujo, víctimas blancas encima de un ring y hasta se hace fotografiar en pantalón corto, con gasas ocultas, para intimidar más a sus rivales. Y un día de la Independencia (Reno, Nevada, 4 de julio de 1910) sale indemne de la mayor encerrona a la que se haya sometido a deportista alguno. Jim J. Jeffries, el campeón blanco invicto al que se había obligado a volver de su retiro cinco años después para restaurar el orden racial, es triturado.
En el verdadero combate del siglo fue recibido bajo la reverberación multitudinaria de 15.000 blancos al grito de "¡Mata al negro! ¡Mata al negro!". En vez del himno de EEUU, la banda obsequió al vigente campeón Jack con los acordes de la canción racista sureña "Todos los mapaches [despectivo de negros] me parecen iguales". Pero el indomable le recetó al intocable Jeffries la mayor -y única- paliza de su vida, con una superioridad técnica y física insultante en un combate pactado a 45 asaltos. La esquina de Jeffries arrojó la toalla con su gladiador blanco en colapso total en el 15º round. Su triunfo fue una bomba racial que dejó al menos 23 negros muertos en los peores enfrentamientos raciales por todo el país hasta el asesinato de Martin Luther King (1968), más de medio siglo después.
Como no podían domesticarle en el ring, le sacudieron fuera, con su condena, en 1913, por violar la llamada Acta de Man, ley en virtud de la cual un hombre no podía atravesar la frontera acompañado de una mujer [su novia blanca] con «propósitos inmorales». Sentenciando a un año de cárcel, huyó del país y ya como fugitivo siguió 'pecando' y peleando en el extranjero cinco años más: en veladas en París, Londres, Buenos Aires, Barcelona o Madrid, donde incluso hizo pinitos toreros con figurones como Joselito el Gallo y Juan Belmonte. Antes había 'vendido' su corona mundial contra el gigante blanco de dos metros y 109 kg Jess Willard (La Habana, 5 de abril de 1915) en el 26º asalto, según desveló su representante, para que el Departamento de Estado le permitiese entrar en EEUU y visitar a su «anciana madre en su lecho de muerte». Versión que él contradijo años después al declarar que fingió el KO cuando su mujer, Ruth Cameron, le indicó desde el 'ring-side' que ya tenía la cantidad de dinero pactada, que diversas fuentes cifran en 57.000 dólares. Tras una estancia en México, el prófugo decide finalmente volver a EEUU, donde cumplió su condena de 366 días en la prisión de Leavenworth de septiembre de 1920 a julio de 1921.
Tras su colosal desafío al orden imperante, otra vez cerrarían la puerta de la gloria a los negros, durante 22 años, hasta que Joe Louis, alías el 'Bombardero Marrón' (por no llamarle Bombardero Negro) arrebató el cinturón a James J. Braddock (Cinderella Man), el primero, después de siete grandes campeones mundiales, que aceptó enfrentarse a un negro -negoció, eso sí, un impuesto racial (¿el 10%?) de lo que su verdugo ganase en varios combates posteriores-.
Si América no se reconcilió de verdad con el 'renegado de Vietnam', Muhammad Ali, el mayor símbolo de la historia del deporte universal hasta que lo vio con mal de Parkinson encender en pebetero en los Juegos de Atlanta, en 1996, ¿se atreverá Obama a hacer justicia con Jack Johnson? «No es que Jack Johnson necesite la redención. La necesitamos nosotros», cierra William C. Rhoden.
Que su nombre no se borre de la historia.